Los 5 sentidos del mes Vista: La granja naranja Tacto: el lapicerito ratonero que me trae de cabeza Oído: Alejandro Sanz Olfato: galletas, galletas y más galletas Gusto: cafetito caliente para los días de invierno




viernes, 15 de julio de 2011

Mira la vida como vuelve y te sorprende

Este mes de julio está resultando de lo más musical. Llevaba muuuucho tiempo sin ir a un concierto de guitarreo, gritos, despendole, calor, fans que se desmayan, acoples con el sonido, puros que no paran de echar humo (podrían ser otras cosas, puestos a elegir), afonía, sueño, buenos recuerdos. En resumidas, que en la última década he estado más inmersa en el universo clásico de las butacas cómodas y el silencio, que en los trovadores del siglo XX y XXI.
Pues bien, hace unos días rompí la racha y volví a desgañitarme un rato acompañada de mis churumbeles. ¡Nos lo pasamos pipa! Lo de menos era quien cantaba o pretendía, lo de más que estábamos compartiendo un momento nuevo, abriendo una nueva página de nuestra vida en común que seguro íbamos a recordar con cariño y, espero, a seguir rellenando con otros ratitos.


Nuestra existencia se construye a base de recuerdos, y desde que he tomado consciencia de esto me dedico a atesorarlos en un baúl, como Carina. Hace años, rememorando las vacaciones estivales, me di cuenta de que mi mente guardaba momentos muy concretos, sensaciones, rincones, olores, colores…, pero no era capaz de reconstruir un día, una tarde completa, un par de horas. ¡Qué lástima!, pensé. Ahora creo que es cuestión de espacio cerebral y de que la vida, por mucho que nos empeñemos, se compone de efímeros ratos dignos de recordar -lo que no quiere decir que sean fantásticos ni maravillosamente felices- y de otros tantos que no queremos, podemos o sabemos guardar.
Pues vaya mierda más gorda. Somos una vídeo cámara que graba lo que en cada momento le conviene y abandona al olvido el resto. Nos perdemos las risas, miradas, desencuentros, añoranzas, odios, amores, tropiezos, carreras… la VIDA.
Hace once años tuve la suerte de compartir uno de los días “más felices” de mi existencia –que tontería, no lo fue, pero sí lo recuerdo con mucho cariño- con dos personas espléndidas, que ahora forman parte de mi rutina, que me aguantan mis manías, venadas, charloteos, desvaríes; las quiero con locura, no sé qué haría si no estuviesen día a día a mi lado. Lo gracioso es que de aquel momento de la prehistoria que compartí con ellas no guardo ni un recuerdo, sólo un par de fotos y unas sonrisas veladas. Si hubiese tenido la grabadora conectada, mi baúl estaría más lleno, así que ahora no me queda otra que atiborrarlo con buenos ratos con mis chicas y así poner remedio a lo imposible. ¿Cuándo nos vamos a un spa, reinas?

jueves, 30 de junio de 2011

Una de becarios

Cada vez que escribo tengo la impresión de estar contando una batallita, como los abuelos. Esto significa que ya voy cumpliendo años y que empiezo a acumular historietas, anécdotas, personajes y personajillos... Eso sí, dinero no acumulo, aunque tampoco me esfuerzo demasiado, todo hay que decirlo.
Pues bien, la batallita de hoy trata de los becarios. Hoy se nos marchó uno -tranquilos, mañana viene el siguiente- y, como espero que me lea (al menos las dos primeras semanas), voy a "regalarle" palabras bonitas... ¡pero no te acostumbres!
La verdad es que mi experiencia con los becarios ha sido bastante favorable, con pequeñas excepciones. El primer aprendiz de juntar letras con el que compartí espacio vital era un piernas de cuidado. Llegaba a la redacción cuando le salía del corazón (por no decir de otro sitio), tomaba asiento al estilo barra de bar, sacaba el móvil y se pasaba tres horas llamando a sus colegas, pero, eso sí, por el teléfono fijo de la oficina.
Después, la Universidad nos legó una dulce dama, muy guapa, muy simpática pero más corta que el cable del cargador del teléfono. Con el paso del tiempo incluso volvió a la redacción..., a trabajar como modelo de ropa y complementos. A nuestra chica de portada, que todavía hoy es recordada por la sección masculina de la revista, le siguió un becario muy empanado y singular, que sin embargo ha llegado lejos en el mundo laboral y anda por Asia dejando ¿alto? el pabellón español.
Tras Mister Espabile apareció una estudiante algo más mayor de lo que estábamos habituados y muy curtida en Zara. Ponía mucho interés, pero no cuajó: está claro que a veces el empeño y las ganas de aprender no lo es todo. Snif. Otra fémina tomó el relevo, ésta más simpática que las pesetas pero más tímida que un topillo subido a un escenario. Yo sabía que llegaría lejos en esto de la comunicación, y lo ha demostrado, pese a que muchos piensen que ha tenido suerte. ¡Qué mala es la envidia!
Tras mucha mujer en un mundo de testosterona, ¡por fin llegó el niño! Salao, dicharachero, charlatán, muy buena gente... Le dejaron escapar y ahora anda en el mundo del balompié, que era lo que le llamaba y lo que sabe hacer muy bien.


Pasaron muchos meses y , ¡tuvimos chica nueva en la oficina! De mi chiquitina de rizos sólo puedo decir que es muy especial y que llegará lejos... si es que no pierde el sujetador por el camino (por despiste, no seáis mal pensados).
Y transcurrieron un par de años y apareció Borja, que se acaba de marchar y al que vamos a echar mucho de menos. ¡Qué elemento, no se calla ni debajo del agua! Y lo mejor es que lo que charla es interesante, extensooooooooo pero interesante. Al principio me hacía gracia compartir sus locas ideas, luego me preocupaba y ahora me da mucha esperanza, porque veo que otro mundo es posible si al frente están personas como Borja. Dicen que cuando ves una estrella fugaz hay que pedir un deseo: yo lo pediré mañana al ver a Borja por última vez, por si las moscas...

viernes, 10 de junio de 2011

Teleadicta

Me voy a vacunar contra la televisión. Estos días estoy teniendo la "oportunidad" de ver el cacharro tonto más tiempo de lo debido -y recomendado, seguro, por la OMS- y estoy incubando alguna enfermedad cuyos síntomas son la incredulidad y que se trata con la medicina del off.
Por la mañana comienza el telediario y la sarta de tonterías de unos y otros: que si los indignados están apoyados por Rubalcaba, que si los alemanes y sus pepinos comentarios no son tan graves, que si Felipe (el principito) suple muy bien a su papá... Luego llega el turno a los seudo-programas informativos del corazón lúdico-concursivos: un desfile de presentadoras, tertulianos de muy dudosa credibilidad, chascarrillos de la prensa rosa y mucha casquería fina, que al fin y al cabo en este país es lo que vende. Porque me río yo de los que dicen que somos un pueblo muy alegre. ¡Ja! Sólo hay que ver lo contentas que están las víctimas de violencia de género, los que derraman sus sesos sobre el asfalto y los niños que saltan al vacío desde un 5º piso. A los ibéricos les gusta lo morboso y macabro; me alegro de no incluirme en esta clasificación geográfica.
Sigamos con la tele. A eso de la hora de la comida, otra sesión de crímenes y de llantos, aderezada con unos cuantos comentarios catastrofistas de la vida ( crisis, subida de las hipotecas, paro, corrupción, alguna lluvia torrencial devastadora que ha dejado 289 muertos...) y veinte minutos de deporte -perdón, 19 de fútbol y 1 triste minuto de lo que surja-, que al final resultan lo mejor del telediario. Después, el tiempo, “bueno” cuando suben las temperaturas 20 grados y “malo” cuando llueve, ¡viva el absurdo! Y tras la meteorología, la NADA. La mejor opción, sin duda, pasarse a ver dibujitos si uno no quiere terminar peor de lo suyo.
Entre las 17 y las 20 horas no sé que ponen, lo siento: prefiero hacer deberes, comprar galletas, dar un paseo o mirar la pared del salón, que necesita un repasito. En cuando dan la hora del bizcocho, una de Arguiñano y vuelta con las tele-desgracias. Ayer, un asesinato a sangre fría en “prime time”: explícaselo a un niño de 5 años que vio las imágenes por la rendija de la puerta cuando se estaba lavando los dientes. Sinceramente, no entiendo como no se lee más.

miércoles, 8 de junio de 2011

Los impares

Los años impares son raritos, lo tengo más que comprobado. No es cuestión de superchería, es un dato corroborado a lo largo de mi existencia. Yo nací en un impar -así que ya os podéis hacer a la idea de lo poco corrientes que son-, mis escarceos en el mundo laboral han sido siempre en impar, formalicé mis sentimientos con papeles en un impar, uno de los amores de mi vida abrió los ojos en un impar... Pero como todo tiene una cara y una cruz, también los impares tienen sus malos momentos, mucho más intensos que el resto de los que, inevitablemente, salpican nuestra biografía y que se producen, contrariamente, en año par.
Este 2011, impar, está siendo especialmente raro y muy, muy agridulce. Amargo desde enero y doloroso hasta junio. Desgarrador. Soy positiva, tengo una familia preciosa por la que luchar todos los días, pero a veces se hace muy cuesta arriba. Desde hace un tiempo, intento sacar de todas las experiencias una enseñanza y convertir lo peor en lo mejor. Así consigo esbozar una sonrisa en medio del llanto y así continúo pensando que los impares no son tan malos, son sólo años de cambios.
Espero que 2011 sea un puente –no hacia mi jubilación, sí hacia que me toque la Euromillones- para cruzar a una orilla diferente. Por el camino voy perdiendo equipaje : alguno me sobraba, otro no me hacía tanta falta como yo suponía y, desgraciadamente, a unas cuantas maletas las voy a echar mucho de menos. Cuando llegue de nuevo a tierra estoy segura de que algo habré aprendido. Ya sonrío.

viernes, 20 de mayo de 2011

Grecia

Reconozco que al principio era un poco, bastante, escéptica con el movimiento del 15-M y aún a día de hoy tengo algún que otro interrogante en mi cabeza que espero se despeje al acudir a Sol este fin de semana. Al principio, pensaba que se trataba de un grupo de jóvenes apolíticos; después, que era un grupo de jóvenes y mayores oportunistas; ahora, ando camino de reafirmar que se trata de la semilla de la esperanza, de que otra sociedad es posible. Es, con mucha diferencia, el mejor momento que se produce en este país en muchos años e, inevitablemente, tiene que haber un antes o un después, aunque sea en las conciencias. Ya era hora de que España despertase del ostracismo y luchase por los poderes democráticos. Los políticos se habían vuelto sordos a lo que el pueblo demandaba: es el momento de que abran las orejas.
Las cosas que se consiguen por los cauces del diálogo y del respeto son más duraderas que las que se alcanzan con violencia. Eso es precisamente lo que buscan el movimiento del 15-M, servir de tribuna de opinión para que todos los ciudadanos descontentos con lo que hay, al margen de ideologías, clases sociales, edad y circunstancias personales, puedan expresar sus opiniones. Son apartidistas, lo que significa pluralidad, igualdad, respeto.
En Grecia, en el 1.500 a C nació la democracia, que significa, literalmente, gobierno del pueblo.

lunes, 16 de mayo de 2011

Una nueva etapa

El viernes me encontré a una querida amiga comprando sus primeros cacharritos para su nueva casa; se independiza en unas semanas y le brillaban los ojos de la emoción. Me gustó verla tan feliz tomando un nuevo sendero en su vida, un recorrido que no sabe dónde la llevará pero en el que, seguro, disfrutará de cada atardecer y amanecer de ansiada soledad con las compañías o las ausencias que ella elija.
El que mi amiga se vaya del hogar paterno/materno no tendría más importancia sino fuese porque la he visto «crecer». No a lo alto ni a lo ancho –en este caso sería más bien a lo delgado-, estoy hablando de un crecimiento vital. Cuando la conocí, era una muchachita insegura en el último año de carrera, de extremada timidez y gran vulnerabilidad. Me llegó al alma su mirada, como la de un cachorrillo herido ansioso de recibir y dar cariño, cariño del de VERDAD. Con el paso del tiempo y de los años, fue ganando en seguridad y en templanza, pero sin perder esa inocencia infantil, esa manera de mirar tan especial -¿será porque su madre es optometrista?-, esa sensibilidad que la hace mi «marijuani» particular.
Y ahora, ¡se independiza! Me da un brinco el corazón cuando pienso en los buenos momentos que le quedan por vivir y de los que espero enterarme, aunque sea a través del Facebook.

martes, 10 de mayo de 2011

La imaginación

A los adultos nos parece todo muy obvio y, con el paso de los años, perdemos la inocencia con la que llegamos a la vida. Lo bueno al sumar velas en nuestra tarta de cumpleaños, volvemos a recuperar el ángulo con el que mirábamos la cotidianeidad y nos volvemos de nuevo un poco niños.
Cuando tenía ocho o nueve primaveras me hicieron un test psicológico en el cole. Para la época –os estoy hablando de comienzo de los ochenta-, era muy novedoso psicoanalizar a tu hijo con un test y unos cuantos dibujitos. El caso es que para mi no fue nada traumático, pero el informe se convirtió en motivo de preocupación para mis padres. Diagnóstico: no tenía imaginación.
Hasta ese momento, nadie en mi familia se había dado cuenta de la carencia. Yo crecía feliz, en una gran casa del centro de Madrid, conviviendo con mis padres, mi abuela, mi tío, unas decenas de cucarachas y algún que otro ratón (hasta que llegó Metralleta, la gata). Mis juegos infantiles eran los habituales y mis ratos ante la tele en blanco y negro, escasos y limitados a Barrio Sésamo y Heidi.
El caso es que la noticia cayó como una bomba y no sabían cómo tratarme ni que hacer para estimular eso de lo que yo carecía. Al final, y tras la entrevista oportuna con los profesionales de la psicología, mis padres decidieron dejarme como estaba, lo que era equivalente a contemplar mis conversaciones con los muñecos y mis historietas en mi oficina imaginaria sin imaginación.
Ahora, que han pasado unos cuantos años y ya soy mamá, observo a mi hija disfrutando con mis mismos juegos y la regaño –no vaya a ser que no tenga imaginación-, mientras pienso que la vida te da dos tazas de lo que no quieres, que los propios defectos o virtudes se ven aumentados por cinco cuando los ves en el prójimo y que los psicólogos deberían ir al psiquiatra. Soy periodista, ¿de verdad es posible ejercer esta profesión sin imaginación?

domingo, 8 de mayo de 2011

Sports

Jorge me pide que haga una entrada sobre mis diversas ideas sobre los deportes. He decidido hacerle caso, no tanto porque esté convencida de que mis puntos de vista deportivos sean interesantes, es más por dejar de oírle carcajearse cada vez que hago un comentario de ese tema. A cambio, a partir de ahora, cuando abra la boca sentiré la coral de vuestras risas en mi cabeza...
Durante las últimas semanas hemos tenido la "oportunidad" de ver mucho fútbol en casa, cosa poco habitual porque no nos gusta el deporte rey a ninguno de los cuatro. Érik se emociona el día del partido y da la turra hasta que se lo pones. Al principio nos preocupaba que hubiese salido futbolero, pero pronto nos dimos cuenta que no, que lo suyo es vicio porque esos días consigue acostarse más tarde. De hecho, mientras ve el partido al tiempo que cena pregunta una y otra vez quién juega. Luego, cuando ya ha llenado la tripa y es capaz de arrastrarse hasta el sofá, despliega bajo la tele su colección de coches y pasa totalmente de lo que sucede unos centímetros más arriba. Sí, definitivamente parece que no le gusta el fútbol. ¡Hip, hip, hurra!
Quizá en esto tenga que ver mis comentarios, y aquí vamos directamente al ataque. Ni me entero de las reglas, ni sé los nombres de los jugadores, ni tan siquiera logro recordar en qué campo jugaba cada equipo. Lo del fuera de juego, por más que me lo ha explicado Jorge doscientas veces, no lo termino de pillar. Es lamentable: Nadia ya intenta que lo entienda con gran vehemencia, pero no hay manera. El caso es que, para disimular, me he aprendido varias frases de memorieta y las suelto sin ton ni son, con lo que cualquiera que entienda -y eso es como decir que cualquiera que pase por la calle- me mira con condescendencia o con cara de marciano, dependiendo del lugar, ante mis locuciones: “vaya gol por la escuadra”, cuando es un corner; “es si que es una vaselina”, cuando el rival le quita el balón al otro rival –ya me he perdido-; o “mano, ha sido mano”, cuando ha parado el portero. Además, como soy una inconformista, aporto mis propias reglas: el otro día, viendo uno de esos Madrid-Barcelona, le dije a Jorge muy seria que los balonazos en el poste deberían puntuar el doble y, claro está, se oían los ja,jas hasta en el descansillo.
Gracias a que me queda Érik, es el único que me entiende. Ayer nos preguntaba muy sorprendido por la ausencia del portero... en un partido de baloncesto. Claro, que unas horas después nos interrogaba sobre el ano a pleno grito en una cafetería de Malasaña. Quizá, en el fondo, no es que los deportes no le gusten, sino que es un tío con dudas existenciales.

viernes, 15 de abril de 2011

El pulgarismo

Érik es experto en economizar vocablos, construye palabras con una frase entera y se queda tan ancho. "Astoimen" significa "estoy bien" y "posesomencontraotomen" "pues eso, me he encontrado todo bien". Lo de la conjugación de los verbos irregulares es pecata minuta al lado de sus parrafadas singulares. No es que no sepa hablar, carezca de vocabulario o no pronuncie como es debido, es que viene con un chip de serie que le convierte en un ahorrador para que luego, cuando caiga entre sus manos un teléfono móvil o un teclado de un ordenador, sepa poner esos mensajes que nos alteran los nervios a los que ya tenemos unos añitos y carecemos de ese gen pulgárico.
El otro día recibo un sms de una amiga de una amiga. Decía lo siguiente: "Esther st n kasa,xo va a vnir". Al principio pensé que se me había olvidado leer, luego que estaba sufriendo un golpe de calor que me impedía ver todas las letras y luego caí en que la destinataria tenía una veintena y pico de primaveras y yo esas y otras tantas más estaciones. Si a estas alturas de la película tengo estos desfases generacionales, no quiero ni pensar cuando el señor de un metro de alto llegue al metro ochenta centímetros...
Con Nadia pasamos una época parecida y la solucionamos con mucha lectura y poca televisión. El problema es que Érik aún no sabe leer y es mucho más creativo que su hermana, en todos los aspectos. De momento no nos queda otra que conformarnos con que vea en la "tele teledirigida": seleccionamos los programas y el tiempo de exposición, como con los rayos uva, lo que no es sinónimo de éxito. "Sí, señor capitán", nos contesta cuando le mandamos a la cama. Y eso por no hablar de sus monólogos en la soledad de su habitación: "Perpan, ¡pirata pacotilla!, vete pa Londres con el reloj, yastamén de molestar al cocorodililo con el tictac de losdios y pipaaaaaaaa". Ahí queda eso.

miércoles, 13 de abril de 2011

Está todo inventado

Últimamente viajo demasiado y no sé si mis conclusiones se deben al exceso de horas en un avión, a los hoteles y sus desayunos pantagruélicos o a que empiezo a conocer a demasiada gente de una manera muy superficial y efímera. Me da en la nariz que es más bien por esto último. Lo de menos es donde he estado y lo de mas es que he descubierto -ya lo sospechaba hace tiempo, digamos que lo he confirmado- que las personas no sólo se parece físicamente, también lo hace por dentro, en sus expresiones y sus maneras. Quizá no lo notamos en el día a día porque, al convivir siempre con los mismos seres humanos, no apreciamos las similitudes que hay entre éstos y otro congéneres que andan por la galaxia perdidos, sin rumbooooo. Sin embargo, cuando conoces a otras gentes te das cuenta de que, en esto del lenguaje y las expresiones corporales -en el sentido más limpio de la palabra- está todo inventado. Al principio es curioso, luego es divertido y después raro, raro, raro. Sufrir un dejavu cada dos por tres no es bueno para el señor cardiovascular y al final se convierte en obsesivo y enfermizo.
Supongo que todo tiene que ver con que el ser humano es una especie de vampiro existencial y copia lo que ve en el otro, muy a pesar de la Ley Sinde. ¿Esa frase me gusta?, pues la incorporo al repertorio. ¿Este gesto me hace parecer interesante?, pues me lo quedo, aunque cada vez que lo haga se me encasquille el labio y parezca que me ha dado una parálisis momentánea. Si no, ¿quién se explica que expresiones como "esto es muy guapo, tío", "tronco como ronco" o "Andreita, cómete el pollo" se repitan por doquier?
Ya, ya sé que estáis pensando que debería dejar de viajar. Sed buenos y mandarle un correo a mi jefe.

domingo, 3 de abril de 2011

La envidia

Muchas veces no te das cuenta de lo que te gusta algo o de lo que ansías poseer una cosa hasta que ves que otro tiene “eso”. La envidia se manifiesta cuando menos te la esperas y a mi se me ha presentado este domingo contemplando la llegada de la Media Maratón de Madrid. Sí, he de reconocerlo, casi se me caían los lagrimones de rabia al ver a miles de personas en mallas y encontrarme posicionada al otro lado de las vallas. ¡Jo, qué rabia no haber participado! Sinceramente, creo que 21 kilómetros me vienen aún grandes –y largos, sobre todo, laaaaargos-, pero, ¿lo podría haber logrado?, ¿hasta dónde hubiera llegado?, ¿ahora escribiría estas líneas desde la cama con las rodillas hinchadas como repollos? Este año ya no lo podré averiguar, pero lo mismo el que viene me da el puntito y me apunto, aunque luego no me pueda mover en dos o tres meses.

jueves, 24 de marzo de 2011

Parecidos razonables

Mi madre tiene la curiosa teoría de que todas aquellas personas que se llaman igual son iguales. La idea es simple a rabiar, pero para nuestro desconcierto familiar hemos comprobado que alguna vez -más de una y de dos- se cumple su teoría. No se trata de que los individuos sean calcados al cien por cien, sino de que compartan una serie de rasgos en sus caracteres o se comporten de manera similar en situaciones concretas.
Yo, como soy su hija, también tengo mi propia idea sobre las similitudes, pero en esta ocasión comparto la perogrullada con mucha más gente: estoy plenamente convencida de que en algún lugar del mundo se oculta nuestro hermano gemelo. Hace un par de días he tenido la ocasión de afirmar mi hipótesis durante un viaje a Alemania. Allí, como por arte de magia, me encontré con una copia casi, casi exacta de mi buena amiga Carmen, del futuro marido de Doña Cañetana y de una jefa de prensa de una marca de automóviles. El caso es que, por afinidad y porque también era la que más se parecía, no podía dejar de mirar a la doble de mi amiga y, claro está, la susodicha debió pensar que estaba mal de la cabeza, era miope o me gustaban las tías. Gracias a la diosa Fortunata, regresé a territorio ibérico sin percance pero mucho más obsesionada con mis especulaciones. Así que si notáis que alguien os mira fijamente escondida detrás de un ficus, no os asustéis: soy yo buscando mis parecidos razonables o Miss Marple, que os ha visto sospechosos de algún crimen y le recordáis a algún habitante de su pueblo.

jueves, 17 de marzo de 2011

Lo perdido

De repente un día te levantas y te falta algo. Puede ser un diente -hoy Nadia ha perdido otro colmillo y nos visitará el Sr. Pérez esta noche-, puede ser una rueda de repuesto -en un mes nos levantaron dos, como si tal cosa-, puede ser el tirador del portal -se lo llevaron para venderlo al peso la noche del domingo, es lo que tiene la crisis-, puede ser una matrícula -doy fe que salió volando en algún lugar entre la calle Oren

se y Princesa-, o puede ser un proyecto -¡con lo que cuesta encontrarlos!-. Es lo que tiene la noche, que es oscura, tenebrosa y favorece las pérdidas.
La mayoría de las veces todas estas cosas no vuelven. Hombre, en el caso del diente se sustituyen, pero volver, lo que se dice volver, no vuelven. Quizá es que nada es para siempre, aunque yo creía que el tirador del portal sí lo era. Quizá es que todo mute o cambie de lugar, la rueda, del maletero de uno al de otro. Quizá es que lo que no es importante se lo lleva el aire, sin matrícula no me pilla el Pere, que se "jopilili". Pero, ¿qué pasa con los planes de vida, por qué desaparecen? En esto, a ciencia cierta, tenemos mucho que ver las personas. Cuando caminamos en la misma dirección pero en sendas separadas...¡mal rollito! Como soy optimista, me quedo con eso que aseguran los matemáticos: las líneas paralelas se unen en el infinito. Sólo espero que el infinito no quede muy lejos.

domingo, 13 de marzo de 2011

La flauta de Bartolo

Ayer fuimos a un concierto infantil de música medieval. Desde que descubrimos la programación de la Fundación Mutua Madrileña, y siempre que podemos, vamos una vez al mes. En cada ocasión suele ocurrir lo mismo: compro las entradas ilusionada, me mentalizo que no me voy a rebotar por el comportamiento de los invitados -grandes y mayores- y, llegado el día, me dispongo a disfrutar de una hora de música en directo. Pues bien, toda

s las veces ocurre lo mismo: me mosqueo con el niño/a/os/as de al lado, con su padre, su madre, su abuelo, su tío o su primo, me pongo tensa, me chino y me prometo a mi misma no volver a un concierto. Hasta el momento nunca lo he cumplido, pero quizá la última cita marque un punto de inflexión.
"Concierto de Les Flamboyants de iniciación a la flauta. En la segunda parte, a cada niño se le entregará una flauta para que participe". Claro está que con estos augurios escritos en el programa poco silencio podía esperar, pero siempre he sido un poco, digámoslo así, romántica.
En la puerta, antes de sentarnos, la azafata nos hizo entrega del instrumento en cuestión. Mal rollito. Nada más poner un pie en el auditorio, comenzó el dolor de cabeza: centenares de tiernos -y sordos, a tenor de los pitidos que emitían- infantes tocaban sus flautas con el beneplácito de los adultos. Empezó el concierto. Por supuesto, todos siguieron sopla que te sopla y costaba escuchar a los músicos de verdad en el escenario. A fuerza de tanto soplar, los niños van perdiendo fuelle y dejan las flautas, pero empieza el "por culismo": dícese de molestar todo lo que se puede al de al lado mientras el papá o la mamá de turno, que es de corcho pan, continúa con la mirada perdida en el horizonte o en el teléfono móvil. Así durante una hora muy laaargaaa.
Para contribuir aún más a esta sin razón musical, en medio del concierto los artistas animaron a los animalitos con exceso de cafeína y con defecto de educación a subirse al escenario y hacer ruido todos juntos. El resultado fue desastroso: imaginaros a un músico alemán intentando domar a 400 miuras. Pondría la mano en el fuego de que en Berlín es fácil, pero en España...
La jornada terminó con dolor de cabeza hasta que aterricé en la cama, Nadia y Érik con una flauta en su vida -que esta mañana han tocado como han podido, demostrando que no están dotados para el instrumento- y con la firme promesa de no renunciar a llevar a los niños a un concierto pero, eso sí, exclusivamente con adultos como público.

martes, 8 de marzo de 2011

Cardiovascular

Hay semanas que pasan sin pena ni gloria y otras que no paran de depararte sorpresas. En la segunda categoría han quedado los últimos siete días, que han dado más de si que una longaniza. Como no sabía con que historieta comenzar, al final me he dejado aconsejar por el corazón y, claro está, aquí tenéis las peripecias de Cardio.
Todo comenzó hace un mes con la llegada puntual todos los viernes de unas divertidas y educativas fichas en las que un corazón daba consejos saludables a la familia, proponía alguna actividad para hacer con el niño y sugería una receta en la que la verdura era la protagonista. El papelito lo traía Érik muy disciplinariamente en su carpeta, lo leíamos, hacíamos la manualidad pertinente y lo guardábamos en el mueble de la televisión. Al lunes siguiente, Érik se llevaba el trabajo del fin de semana en la carpeta y todos tan contentos.
La semana pasada me convocaron a una reunión en el cole sobre el segundo trimestre de infantil. “¿Qué tal con las fichas cardiosaludables?”, nos preguntó la profesora. “Los niños están encantados con las recetas. Nos cuentan lo que más les ha gustado el lunes en la asamblea”, contaba Conchi.
Receta, lunes, asamblea… ¿De qué estaban hablando? Resulta que mi pequeño camicace de cuatro años no me había dicho que había que cocinar el fin de semana y degustar los sanos manjares que Cardio –así se llama la mascota de las fichas- proponía a las familias. Érik, que de tonto tiene poco, debió escuchar los calificativos “asco, malo y casi “gomito” ” de la boca de sus colegas y, claro está, prefirió ahorrarle a mamá la valiosa información de que había que hacer las recetas en casa. Al salir de la reunión, puse al día al señor enanez de mi descubrimiento. Él, muy serio, se hizo el lonchas, pero aceptó sin rechistar toda la tarea que teníamos por delante: ponernos al día y hacer en una semana los diez comistrajos sugeridos.
El sábado tocó espaguetis de nabo, zanahoria y calabacín con salsa de setas acompañados de brochetas de pollo y manzana con crema de yogurt a la menta y al cebollino. De postre, helado de fresa, melocotón y plátano. El domingo por la noche cenamos sopa fría de tomate con queso fresco y aceitunas negras. Ayer le llegó el turno a los macarrones con salsa de espárragos verdes y patata: ellos con tomate frito y papá y mamá se los comen hoy en un Tupper. Esta noche toca el puré de patatas y setas, mañana los fideos de arroz con verduras y pasado las brochetas de frutas.
Con este maratón gastronómico, el viernes nos habremos puesto al día y estaremos a la espera de que caiga la nueva receta en la carpeta de plástico. Así estaremos durante cinco interminables –y sanos- años. Como, ¿no os había contado que las fichas de Cardio forman parte de un programa europeo de salud familiar? Pues ya lo sabéis…

martes, 1 de marzo de 2011

Mamá no lo sabe todo


El domingo fuimos a ver "Enredados". Siento debilidad por las películas infantiles, así que soy la primera en correr al cine en cuanto estrenan una, aunque esta vez nos hemos demorado casi un mes. La espera mereció la pena: nos lo pasamos pipa, los cuatro. Cantamos, reimos, lloramos y reflexionamos. Bueno, esto último quizá lo hiciera sólo yo.
En esta ocasión no tuve que darle muchas vueltas al coco sobre qué es lo que debía replantearme en la vida. Tras tanto colorín, carrera a caballo, cancioncilla pegajosa y romanticismo a espuertas, ¡ahí estaba el mensaje, escondido detrás de la presunta madre de la protagonista! Además de recordarme a Isabel Preysler -por aquello de la eterna juventud y esas cosas varias-, era la encarnación de la madre helicóptero, la gran protectora, la que no deja que los hijos cometan sus errores y se cobija en sus propias inseguridades. En la ficción de "Enredados", la siniestra señora no dejaba que Rapunzel abandonase su torre porque con sus canciones conservaba su juventud. En la realidad de la calle, las mamás que lo saben todo tienen siempre una buena excusa para que sus hijos no escojan la ropa que les gusta, no hagan los estudios que les motivan o no frecuenten esos lugares tan poco convencionales.
Al final, todo radica en intentar hacer de los hijos nuestra imagen y semejanza y en entenderlos como si fuesen una propiedad más. ¡Gran error! Caerán y se levantarán, como cuando aprendieron a montar en bicicleta; serán los más felices y les partirán el corazón, al igual que nos pasó a nosotros tantas veces y ójala nos siga pasando otras muchas; creerán que son únicos en el mundo y que son la última inmundicia del planeta, un sentimiento muy "adulto" que tanto secundamos. Como padres, en cuanto los retoños irrumpen en nuestra vida, sólo tenemos una tarea por delante: enseñarles a pedalear con todos los desarrollos, darles consejos para realizar los cambios en el momento adecuado, animarles a levantar el culo del sillín cuando el camino se llena de piedras, empujarles a buscar otros senderos si el que hay delante es muy escarpado, instruirles para que sepan reparar un pinchazo y hasta arreglar la cadena si la cosa se pone chunga, ayudarles a superar las pájaras... La ruta es suya y les pertenece, eso es ser padre.

jueves, 24 de febrero de 2011

Suéltate el pelo

Hoy estreno look. Cada vez que empiezo a atesorar accesorios varios para la cabeza, me da el punto y me corto el pelo. Este año han sido diademas, pero bien podría haber elegido gomas, horquillas o pinzas; da igual, he pasado por todos estos objetos decorativos previos al cambio de imagen. Así tengo los cajones del baño.
Esto de los pelos tiene su telenguendengue. He de reconocer que no me gusta ir a la peluquería, lo considero una gran pérdida de tiempo y me relaja poco escuchar los cotilleos de las vecinas. Quizá por eso siempre voy con los niños, para tener alguien a quien mirar y con el que charlar al oído, aprovechando esa intimidad que dan los secadores a toda pastilla. Estoy contenta de ir con los peques, ellos sí que se entretienen. Miran el catálogo de pelos –ayer Érik estaba eligiendo si se teñía de rubio platino o de naranja butano- y de peinados –a Nadia le fascinan los recogidos de boda, vaya a saber usted para qué, si cuando se case se llevarán las novias calvas-.
Al final, tras noventa minutos que a mi se me hicieron como dos días, salí de la peluquería con menos pelo, muchísimos euros menos todavía en la cuenta del banco y dolor de cabeza de tanto tirón. A cambio, mis niños atesoraron gratas experiencias y sabidurías que pusieron en práctica nada más poner un pie en casa. Nadia corrió a lavarse, secarse y peinarse las melenas tapándose media cara y disminuyendo su campo visual un 90 por ciento, al estilo achicoria. Érik me trajo el bote de gomina ultra fuerte para que le hiciese una cresta como el gallo Claudio, con la que se ha levantado esta mañana tan contento –me estoy preguntando si me equivoqué de bote y le apliqué Super Glue…-. Esta claro que el que cada día no aprende algo nuevo es porque no quiere.

lunes, 14 de febrero de 2011

El buen humor

Tengo un compañero que sufre continuos cambios de humor. Convivir con él es como estrenar una montaña rusa cada día: nunca sabes si después de la curva toca una subida hacia el cielo o una caída al infierno. Aunque ya son muchos años, nunca termino de acostumbrarme a los vaivenes emocionales con los que te “regala” cada mañana. Supongo que para él debe ser aún peor aguantarse a diario, por eso tengo la delicadeza de no mandarle a ningún lugar poco decoroso a las 8 de la mañana, porque si me dejara llevar…
Es curioso esto del humor y el talante -¡cómo me gusta este palabro!-. Los seres humanos nos enfrentamos a la vida con una determinada actitud y, en cierta medida, la vida nos devuelve parte de la energía que le damos. Hay personas que transmiten buen rollito y otras salsa agridulce, por hacer un símil con los manjares chinos. Si te rodeas de las primeras, creces por dentro y por fuera: es como si te tocase la lotería. Si por el contrario aderezas tus momentos con la salsita de las segundas, serás víctima de sus enloquecidas tiranías.
Obviamente, como no todo es blanco o negro, en el catálogo de los individuos también están los que nadan entre dos aguas y, dependiendo del momento, son optimistas o pesimistas. Inclinar la balanza hacia el rollito de primavera es complicado, pero merece la pena: la tarea es bracear a diario contra la corriente y remontar el río con una sonrisa. ¡Me encanta ser un salmón!

domingo, 6 de febrero de 2011

Los añojos de la Loren

Una de las actividades que más me divierten es escuchar las conversaciones ajenas. No sólo porque con esos retazos me imagino la vida de aquellos que hablan, sino también porque aprendo nuevos significados de las palabras. Esta mañana he añadido una nueva joyita a mi colección. Estábamos en el Rastro y, al entrar en la tienda "Cuadros guapos" -que es como se llamaba el negocio en cuestión-, oigo que el propietario bocea

a la cajera: "chica, dame algo para recoger eso del suelo, que le he dado un golpe y se ha hecho añojos". Al principio pensé que me había equivocado de negocio y estaba en una carnicería donde los terneros se desparramaban por las baldosas, pero pronto tomé conciencie de que seguía en el negocio de los cuadros al ver que Sofía Loren me miraba de reojo desde una esquina.
Aún sin reponerme, salgo a la calle y oigo lo de la "braga a un euro". ¡Qué frase tan concisa, aquí no hay posibilidad de error! Pero, como escucho la conversación de otros que caminan por la acera, me imagino a la Loren comprando un añojo añejo con las bragas hechas añicos. Demasiado calor en los primeros días de febrero.

miércoles, 2 de febrero de 2011

¡Que se enfaden ellos!

Sosiego. Ésta es la consigna del año nuevo chino que hoy comienza. Que curioso, coincide con mi propósito para el 2011. Desde 2009, cada 31 de diciembre, elijo el deseo que quiero que se haga realidad en los próximos 365 días. Primero fue correr, luego mejorar el inglés –aquí no he hecho grandes progresos, pese a los esfuerzos de Nadia por explicarme el sistema circulatorio en la lengua de Shakespeare- y en el 2011 me empeñaré en ser más paciente y en alterarme menos. Lo voy a intentar con todas mis fueras. Palabrita.
Hace una semana leía una entrevista de la gran Ana María Matute, un encanto de mujer, una literata para quitarse el sombrero, una SEÑORA con todas las letras. Ya ha superado la barrera de los 80 años y mira la vida de otra manera, una vida que no le ha sido fácil pero que no le ha hecho perder la sonrisa. Quizá en esta longevidad tan optimista tiene mucho que ver la manera en que Ana María entiende la infancia y el desarrollo del ser humano. Para ella, crecer y convertirse en adulto es aprender a valorar las cosas pequeñas. «Dejas ya de enfadarte y piensas: ¡que se enfaden ellos!». Pues eso, que haré caso a la Matute.

martes, 25 de enero de 2011

Javier Bardem y el gorrito de colores

Los que me conocéis ya sabéis lo “buena” fisonomista que soy: para quedarme con la cara de una persona tengo que hacer soberanos esfuerzos, que se multiplican por cuatro si encima tengo que memorizar el nombre y por ocho si añado en lugar de trabajo. La cosa no tiene remedio, y además creo que tampoco merece la pena porque, por mucho empeño que ponga en la tarea, en cuanto el sujeto en cuestión se cambia el corte de pelo, se deja barba o bigote o se pone unas gafas, tengo que volver a poner las neuronas a trabajar.
A veces Jorge pierde la paciencia. No es para menos: diez años después de vivir en la misma casa, prácticamente con los mismos vecinos, aún me sorprendo en el portal al ver a algunos –o a muchos-. “Mira, uno nuevo”, le digo. “Lleva aquí toda la vida, es el hijo de la del quinto”, me replica. Y, como me esfuerzo, al cabo de unos días creo volver a verlo dando un paseo por Chueca y me hago la listilla. “Anda, el vecino del quinto”, le comento dándole un codazo. “No es el vecino, es Javier Bardem”, me contesta Jorge resoplando.
Definitivamente, no creo que tenga remedio. Cuando mis hijos eran pequeños e iba a recogerlos a la guardería, tenía miedo de equivocarme y llevarme cualquier otro: los bebés son todos iguales a ciertas edades, por lo menos hasta los dieciocho. Nunca erré: allí estaba la profesora siempre atenta a darme el niño correcto. Sin embargo, en el parque, ¡qué cuidadito tenía que poner! Al final, con colocarle algo estrambótico -como la madre, así no desentonaban- todo se solucionaba: gorrito día del orgullo-gay para Érik y abrigo de confetis para Nadia. Así no los confundía y tampoco el resto de las progenitoras, que sabían perfectamente a quien correspondían los coloridos churumbeles.

lunes, 24 de enero de 2011

“Genio y figura”

”El artista del alambre”, “Con tus piernas campeón”, “En la plaza del pueblo”, “Coronado”, “La Suerte”, “Corazón de León”… Muchos son los titulares que sobre mi hermano se han escrito en los últimos 20 años. Hablo de los titulares de la gente que le conocía, no de los de los últimos tiempos, elaborados por periodistas que sabían de él a través de los informes policiales recibidos, casi siempre, bajo cuerda; de titulares creados para impactar a un lector que no conocía a la persona, sólo al personaje; de titulares muchas veces elegidos y manipulados para dar pie a artículos que seguro engancharían al lector. De todos estos titulares me quedo únicamente con los de los primeros tiempos y, en concreto, con el que de él se escribió hace unos 18 años: “Genio y figura”.
En estos últimos días una secuencia se repite en mi cabeza una y mil veces, una secuencia que he vivido muchas veces y que me recuerda como era Alberto. Imaginaos: un sendero cualquiera -eso sí, de Abantos-, una día de lluvia o soleado, primaveral o invernal, caluroso o bajo cero … ¡qué más da! Llevo observándole y aprendiendo durante las últimas semanas, quizá meses. Los piques continuos nos han hecho a los dos mejores, jornada tras jornada. Cuando él va delante, yo siempre voy metiendo rueda. Lo hago mejor, lo intento una y otra vez, y cada vez vamos más rápidos, más finos. Ese día me encuentro bien, me veo capaz, sé que puedo con él: hoy decido bajar yo delante. El pique está servido, mi bajada es perfecta. Le conozco tan bien que sólo tengo bajar disfrutando. Sé donde es más fuerte y le recuerdo que conmigo esta vez no podrá. Ya casi lo tengo, lo ha intentado varias veces pero no ha podido, queda muy poco y las fuerzas me acompañan, no puedo bajar la guardia. Al final aparece el Alberto más brillante, el Alberto ingenioso, y crea un trazada imposible allá donde no existe. Podía ser un peralte nuevo, un cortado en mitad de una trialera o una frenada a lo Kevin Schwantz, entre piedras, barro o raíces. Da igual, ¡lo ha vuelto a hacer! Acaba la bajada delante, es mejor que yo , los dos somos mejores que antes de empezar el sendero.
Alberto elegía siempre el camino, el sendero por el que quería ir. Casi siempre su elección era buena. Quizás hace unos años, muchos más de los que ahora todos creemos, Alberto escogió un sendero equivocado que discurría paralelo al que él le hubiese gustado. Pero de vez en cuando se separaba demasiado del que él quería y con el tiempo se separó cada vez más. Seguro que Alberto lucho como nadie para volver al sendero adecuado, pero esta vez no encontró la magia, no encontró la trazada buena. Conociéndole como le conocía, puedo asegurar que lo intento como el que más, lo intento hasta el final, lo intento hasta después de no tener ya fuerzas…
En estos últimos días familiares y amigos nos hemos hecho la misma pregunta: ¿por qué? Yo también me la he formulado. Me encantaría tener respuesta para todos, pero sólo tengo la mía, una que me deja tranquilo: Alberto era una persona decidida, alegre, brillante.¬ Alberto siempre escogía su sendero y su trazada. Hace unas semanas, Alberto decidió por última vez lo que quería: dejar de sufrir para hacer que los que estábamos a su lado sufriésemos una vez más, para dejar de sufrir todos …de una vez.

Jorge León

miércoles, 19 de enero de 2011

Gestionar sentimientos


Corren malos tiempos para la lírica, y peores aún para los “sentires” y los “quejíos” del alma. Desgraciadamente, ponemos mucho énfasis en que nuestros hijos acumulen conocimientos, pero dedicamos poco tiempo a educar su corazón. Un buen y querido amigo nos comentaba hace años que hay que escuchar los sentimientos y debatir sobre ellos en familia, para que nadie guarde para sí lo bonito de una sonrisa, lo amargo de una lágrima, lo duro de una decepción. Esto, que parece sencillo, es una tarea ardua en el día a día cuando se va con prisa y poca pausa y parece que el tiempo nos come por los tobillos. A veces, es más importante dedicar diez minutos a contemplar junto a un ser querido una puesta de sol que invertir una hora en explicar un problema de matemáticas.
Muchos pensaréis que no es cuestión de educar los sentimientos, sino de aceptar que cada uno tiene su especial manera de expresarlos. No estoy de acuerdo: si bien la esencia de cada cual hace que manifieste las cosas a su manera, una buena gestión de los sentimientos desde la cuna puede hacernos entender que la realidad tiene muchos prismas y exprimir de nuestro corazón sus grandezas y sus inmundicias es lo que nos hace humanos.
Yo aún estoy aprendiendo. La maternidad me ha ayudado a entender que mis hijos tienen que ser felices o desgraciados compartiéndolo, dependiendo del momento, con quienes ellos necesiten o quieran. Lo importante es que no guarden tras una coraza de dientes y empastes su alma.

martes, 18 de enero de 2011

De mayor quiero ser un chichinabo


Convivir con un niño de cuatro años te puede reportar gratas experiencias vitales, sobre todo si es un poco curioso y se plantea todo lo que a los adultos nos parece obvio. A Érik le cuesta entender el extraño mecanismo que permite a los actores y actrices de series y películas abandonar sus aventuras y, como por arte de magia, aparecer en una entrega de premios: “Mami, ¿qué hace el de los piratas vestido con unos pantalones como los míos delante de la Torre Eiffel?” Es más difícil de lo que suponéis explicarle a un pequeño ser con su propio universo imaginativo que Jack Sparrow es una persona como papá –el pensamiento es libre, no seáis crueles- que se disfraza para interpretar a un personaje. Eso sí, que Bob Esponja viva en el fondo del mar y cocine hamburguesas a diestro y siniestro le parece tan real…
Y cuando la cosa va de justificar las conductas, aún es más complicado: ¿Por qué me dices que apague la luz? Si es tan cara, ¿dónde está la ranura en la que echas los euros?”.
Pero, sin duda, los momentos más divertidos surgen con el lenguaje. Lo hacemos aposta, tenemos que reconocerlo: es una delicia enseñarle nuevas palabras y expresiones. Y, claro está, pasa lo que pasa, sobre todo porque no siempre coge el significado a la primera: “Mami, de mayor quiero ser un chichinabo y que en mi cumpleaños me regales un virus, que no se te olvide”. Eso sí, el día que entiende la palabra en cuestión la incorpora a su cotidianeidad de una manera sorprendente: “Cuidado por donde andas, no te vayas a caer en el alcorque”, dice muy serio.
Es impresionante la capacidad de aprendizaje y la limpieza mental con la que los niños ven el mundo, ¡qué lástima que se pierda al sumar años en nuestra biografía! “Mami, ¿por qué la gente se grita en la tele y se pega, por qué no ponen siempre a «Phineas y Ferb»”. Eso mismo digo yo, mi pequeño ornitorrinco.

viernes, 14 de enero de 2011

XTR



¿Qué es lo primero que te viene a la mente cuando piensas en tu pareja?, ¿y en tu compañero de trabajo?, ¿y en tu madre? El cerebro humano es como un gran bote de caramelos en el que almacenamos recuerdos de diferentes sabores, colores y hasta olores. Mi abuela materna tiene aroma de jazmín, color de tardes de verano y sabor a huevo frito: lo primero, porque era a lo que olía en el balcón de su casa, lo segundo, porque en esa época del año era cuando más tiempo pasaba a su lado, y lo tercero, porque era mi plato favorito y me lo cocinaba siempre.
Toda esta reflexión viene porque ayer nos preguntábamos qué es lo que más nos recuerda a Alberto, qué momentos queremos guardar para siempre en nuestra memoria. La verdad es que tanto a Jorge como una servidora nos vino la misma palabra a los labios: XTR. Para los que no lo sepáis, son las siglas que definen el tope de gama de cambio de Shimano, la absoluta perfección.
Querido cuñado, eras inconformista, peleón y un poquito –o bastante, depende del día- toca pelotas, una persona a la que pocas veces valían las medias tintas, que siempre querías lo mejor para ti, tu familia y tus amigos. Cada vez que íbamos a tu casa, todo era XTR: el solomillo, la televisión, la camisa… hasta la bombilla de la lámpara. ¡Todavía me acuerdo de aquel famoso sacacorchos, por supuesto XTR, que era el mejor del mundo mundial!
Ahora que te has ido para siempre de lo cotidiano, porque en nuestros corazones nunca te marcharás, nos preguntamos con quién mediremos nuestros logros, con quién compartiremos esas anécdotas imposibles que nunca descubriremos si eran fruto de tu imaginación o de una experiencia vivida y un tanto surrealista. Aunque tenemos suerte y muchos de tus genes son compartidos, nadie te suplirá nunca, Alberto, y siempre serás nuestro caramelo XTR.