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viernes, 10 de junio de 2011

Teleadicta

Me voy a vacunar contra la televisión. Estos días estoy teniendo la "oportunidad" de ver el cacharro tonto más tiempo de lo debido -y recomendado, seguro, por la OMS- y estoy incubando alguna enfermedad cuyos síntomas son la incredulidad y que se trata con la medicina del off.
Por la mañana comienza el telediario y la sarta de tonterías de unos y otros: que si los indignados están apoyados por Rubalcaba, que si los alemanes y sus pepinos comentarios no son tan graves, que si Felipe (el principito) suple muy bien a su papá... Luego llega el turno a los seudo-programas informativos del corazón lúdico-concursivos: un desfile de presentadoras, tertulianos de muy dudosa credibilidad, chascarrillos de la prensa rosa y mucha casquería fina, que al fin y al cabo en este país es lo que vende. Porque me río yo de los que dicen que somos un pueblo muy alegre. ¡Ja! Sólo hay que ver lo contentas que están las víctimas de violencia de género, los que derraman sus sesos sobre el asfalto y los niños que saltan al vacío desde un 5º piso. A los ibéricos les gusta lo morboso y macabro; me alegro de no incluirme en esta clasificación geográfica.
Sigamos con la tele. A eso de la hora de la comida, otra sesión de crímenes y de llantos, aderezada con unos cuantos comentarios catastrofistas de la vida ( crisis, subida de las hipotecas, paro, corrupción, alguna lluvia torrencial devastadora que ha dejado 289 muertos...) y veinte minutos de deporte -perdón, 19 de fútbol y 1 triste minuto de lo que surja-, que al final resultan lo mejor del telediario. Después, el tiempo, “bueno” cuando suben las temperaturas 20 grados y “malo” cuando llueve, ¡viva el absurdo! Y tras la meteorología, la NADA. La mejor opción, sin duda, pasarse a ver dibujitos si uno no quiere terminar peor de lo suyo.
Entre las 17 y las 20 horas no sé que ponen, lo siento: prefiero hacer deberes, comprar galletas, dar un paseo o mirar la pared del salón, que necesita un repasito. En cuando dan la hora del bizcocho, una de Arguiñano y vuelta con las tele-desgracias. Ayer, un asesinato a sangre fría en “prime time”: explícaselo a un niño de 5 años que vio las imágenes por la rendija de la puerta cuando se estaba lavando los dientes. Sinceramente, no entiendo como no se lee más.

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