Los 5 sentidos del mes Vista: La granja naranja Tacto: el lapicerito ratonero que me trae de cabeza Oído: Alejandro Sanz Olfato: galletas, galletas y más galletas Gusto: cafetito caliente para los días de invierno




lunes, 27 de agosto de 2012

Crema y gaseosa

¡Qué difícil es aprender a aprender! Este verano nos encomendaron la tarea de que Érik leyese y escribiese algo todos los días, por aquello de que cuando vuelva a la actividad dentro de unos días no fuese parecido a un mono tití o a un macaco de culo rojo. Pues bien, ahora que estamos llegando a septiembre podemos hacer balance de la situación. 1º Los primero días fueron divinos: todas las noche leía y escribía una lista de cosas de lo más variopintas, pero escribía. 2º Conforme avanzaban los días, la lectura cobraba más interés, pero la escritura iba de mal en peor. Llegamos a pensar que se estaba quedando ciego por el tamaño de las letras. La sangre no llegó al río: la criatura había descubierto que cuanto más grande era la letra antes llenaba el folio. 3º Se funde el libro de lectura de Babar en el avión camino de Irlanda. Problemón, como le demos uno en inglés nos va a demandar. Optamos porque lea el de su hermana y parece que funciona. La lista también remonta: le mola hacerla en folios con el membrete de los hoteles. 4º Llegamos a casa y el calor nos ablanda las neuronas. A duras penas conseguimos seguir leyendo, pero a lo de la lista "no le encontramos significado". Palabras textuales, "para qué hago esto si no me ha pasado nada interesante que listar". Probamos con futbolistas, la compra, medios de transporte... Se declara en huelga. 5º Ya lee demasiado y saca sus propias conclusiones. La nuestra, no llevarle a los baños del Centro Comercial de Fuencarral: su padre no sabe cómo explicarle el significado de las pintadas. 6º "Ya sé leer". Pues nada, como escribir no sabes te van a mandar a 3 años. Las amenazas parece que surten efecto, pero a juzgar por la lista de la compra que me ha vuelto a hacer, creo que algo trama... Seguiremos informando.

lunes, 27 de febrero de 2012

Las manías


Esta noche estaba viendo un programa de televisión de cocina que lleva grabado cien años y un día y, además de pensar que no deberían reponer las emisiones de hace tanto tiempo porque lo mismo los que salen llevan criando malvas una temporada, disfrutaba de lo lindo porque la invitada y aspirante a cocinillas tenía la manía de colocar las pinzas de la ropa por colores. Por si fuera poco, cada tipo de prenda tenía asignada una tonalidad diferente; vamos, que las bragas sólo admitían en rosa, las medias el azul, las faldas el verde... El caso, que insisto no era clínico sino gastronómico, me recordó a un profesor de sociología de la universidad que nos contaba la importancia de colgar los calcetines recién salidos de la lavadora en un orden determinado. Así visto, parece que el tema de las manías está más relacionados con la colada que con la psicología o el comportamiento humano.
Yo también tengo mis manías, y molan un rato. Tomad nota: por la mañana veo el telediario de Telemadrid para empezar el día sin estreñimiento gracias a Esperanza Aguirre & Co.; en el coche, me acuerdo de todos los familiares de aquellos que no ponen los intermitentes o conducen como simios; al llegar al trabajo, me auto practico una lobotomía por unas horas para no escuchar las sandeces de los individuos que me rodean; cuando recojo a los niños del cole, me vuelvo una seta para que ningún papá o mamá con querencia al parque me secuestre; en casa intento ser de corchopán con las broncas infantiles; al irme a dormir, cierro el armario y los cajones por si salen monstruos; y por la noche, sueño con que lo que ahora está pasando en España es una pesadilla. ¡Pues sí que soy maniática!