Los 5 sentidos del mes Vista: La granja naranja Tacto: el lapicerito ratonero que me trae de cabeza Oído: Alejandro Sanz Olfato: galletas, galletas y más galletas Gusto: cafetito caliente para los días de invierno




jueves, 30 de junio de 2011

Una de becarios

Cada vez que escribo tengo la impresión de estar contando una batallita, como los abuelos. Esto significa que ya voy cumpliendo años y que empiezo a acumular historietas, anécdotas, personajes y personajillos... Eso sí, dinero no acumulo, aunque tampoco me esfuerzo demasiado, todo hay que decirlo.
Pues bien, la batallita de hoy trata de los becarios. Hoy se nos marchó uno -tranquilos, mañana viene el siguiente- y, como espero que me lea (al menos las dos primeras semanas), voy a "regalarle" palabras bonitas... ¡pero no te acostumbres!
La verdad es que mi experiencia con los becarios ha sido bastante favorable, con pequeñas excepciones. El primer aprendiz de juntar letras con el que compartí espacio vital era un piernas de cuidado. Llegaba a la redacción cuando le salía del corazón (por no decir de otro sitio), tomaba asiento al estilo barra de bar, sacaba el móvil y se pasaba tres horas llamando a sus colegas, pero, eso sí, por el teléfono fijo de la oficina.
Después, la Universidad nos legó una dulce dama, muy guapa, muy simpática pero más corta que el cable del cargador del teléfono. Con el paso del tiempo incluso volvió a la redacción..., a trabajar como modelo de ropa y complementos. A nuestra chica de portada, que todavía hoy es recordada por la sección masculina de la revista, le siguió un becario muy empanado y singular, que sin embargo ha llegado lejos en el mundo laboral y anda por Asia dejando ¿alto? el pabellón español.
Tras Mister Espabile apareció una estudiante algo más mayor de lo que estábamos habituados y muy curtida en Zara. Ponía mucho interés, pero no cuajó: está claro que a veces el empeño y las ganas de aprender no lo es todo. Snif. Otra fémina tomó el relevo, ésta más simpática que las pesetas pero más tímida que un topillo subido a un escenario. Yo sabía que llegaría lejos en esto de la comunicación, y lo ha demostrado, pese a que muchos piensen que ha tenido suerte. ¡Qué mala es la envidia!
Tras mucha mujer en un mundo de testosterona, ¡por fin llegó el niño! Salao, dicharachero, charlatán, muy buena gente... Le dejaron escapar y ahora anda en el mundo del balompié, que era lo que le llamaba y lo que sabe hacer muy bien.


Pasaron muchos meses y , ¡tuvimos chica nueva en la oficina! De mi chiquitina de rizos sólo puedo decir que es muy especial y que llegará lejos... si es que no pierde el sujetador por el camino (por despiste, no seáis mal pensados).
Y transcurrieron un par de años y apareció Borja, que se acaba de marchar y al que vamos a echar mucho de menos. ¡Qué elemento, no se calla ni debajo del agua! Y lo mejor es que lo que charla es interesante, extensooooooooo pero interesante. Al principio me hacía gracia compartir sus locas ideas, luego me preocupaba y ahora me da mucha esperanza, porque veo que otro mundo es posible si al frente están personas como Borja. Dicen que cuando ves una estrella fugaz hay que pedir un deseo: yo lo pediré mañana al ver a Borja por última vez, por si las moscas...

viernes, 10 de junio de 2011

Teleadicta

Me voy a vacunar contra la televisión. Estos días estoy teniendo la "oportunidad" de ver el cacharro tonto más tiempo de lo debido -y recomendado, seguro, por la OMS- y estoy incubando alguna enfermedad cuyos síntomas son la incredulidad y que se trata con la medicina del off.
Por la mañana comienza el telediario y la sarta de tonterías de unos y otros: que si los indignados están apoyados por Rubalcaba, que si los alemanes y sus pepinos comentarios no son tan graves, que si Felipe (el principito) suple muy bien a su papá... Luego llega el turno a los seudo-programas informativos del corazón lúdico-concursivos: un desfile de presentadoras, tertulianos de muy dudosa credibilidad, chascarrillos de la prensa rosa y mucha casquería fina, que al fin y al cabo en este país es lo que vende. Porque me río yo de los que dicen que somos un pueblo muy alegre. ¡Ja! Sólo hay que ver lo contentas que están las víctimas de violencia de género, los que derraman sus sesos sobre el asfalto y los niños que saltan al vacío desde un 5º piso. A los ibéricos les gusta lo morboso y macabro; me alegro de no incluirme en esta clasificación geográfica.
Sigamos con la tele. A eso de la hora de la comida, otra sesión de crímenes y de llantos, aderezada con unos cuantos comentarios catastrofistas de la vida ( crisis, subida de las hipotecas, paro, corrupción, alguna lluvia torrencial devastadora que ha dejado 289 muertos...) y veinte minutos de deporte -perdón, 19 de fútbol y 1 triste minuto de lo que surja-, que al final resultan lo mejor del telediario. Después, el tiempo, “bueno” cuando suben las temperaturas 20 grados y “malo” cuando llueve, ¡viva el absurdo! Y tras la meteorología, la NADA. La mejor opción, sin duda, pasarse a ver dibujitos si uno no quiere terminar peor de lo suyo.
Entre las 17 y las 20 horas no sé que ponen, lo siento: prefiero hacer deberes, comprar galletas, dar un paseo o mirar la pared del salón, que necesita un repasito. En cuando dan la hora del bizcocho, una de Arguiñano y vuelta con las tele-desgracias. Ayer, un asesinato a sangre fría en “prime time”: explícaselo a un niño de 5 años que vio las imágenes por la rendija de la puerta cuando se estaba lavando los dientes. Sinceramente, no entiendo como no se lee más.

miércoles, 8 de junio de 2011

Los impares

Los años impares son raritos, lo tengo más que comprobado. No es cuestión de superchería, es un dato corroborado a lo largo de mi existencia. Yo nací en un impar -así que ya os podéis hacer a la idea de lo poco corrientes que son-, mis escarceos en el mundo laboral han sido siempre en impar, formalicé mis sentimientos con papeles en un impar, uno de los amores de mi vida abrió los ojos en un impar... Pero como todo tiene una cara y una cruz, también los impares tienen sus malos momentos, mucho más intensos que el resto de los que, inevitablemente, salpican nuestra biografía y que se producen, contrariamente, en año par.
Este 2011, impar, está siendo especialmente raro y muy, muy agridulce. Amargo desde enero y doloroso hasta junio. Desgarrador. Soy positiva, tengo una familia preciosa por la que luchar todos los días, pero a veces se hace muy cuesta arriba. Desde hace un tiempo, intento sacar de todas las experiencias una enseñanza y convertir lo peor en lo mejor. Así consigo esbozar una sonrisa en medio del llanto y así continúo pensando que los impares no son tan malos, son sólo años de cambios.
Espero que 2011 sea un puente –no hacia mi jubilación, sí hacia que me toque la Euromillones- para cruzar a una orilla diferente. Por el camino voy perdiendo equipaje : alguno me sobraba, otro no me hacía tanta falta como yo suponía y, desgraciadamente, a unas cuantas maletas las voy a echar mucho de menos. Cuando llegue de nuevo a tierra estoy segura de que algo habré aprendido. Ya sonrío.