Los 5 sentidos del mes Vista: La granja naranja Tacto: el lapicerito ratonero que me trae de cabeza Oído: Alejandro Sanz Olfato: galletas, galletas y más galletas Gusto: cafetito caliente para los días de invierno




viernes, 15 de julio de 2011

Mira la vida como vuelve y te sorprende

Este mes de julio está resultando de lo más musical. Llevaba muuuucho tiempo sin ir a un concierto de guitarreo, gritos, despendole, calor, fans que se desmayan, acoples con el sonido, puros que no paran de echar humo (podrían ser otras cosas, puestos a elegir), afonía, sueño, buenos recuerdos. En resumidas, que en la última década he estado más inmersa en el universo clásico de las butacas cómodas y el silencio, que en los trovadores del siglo XX y XXI.
Pues bien, hace unos días rompí la racha y volví a desgañitarme un rato acompañada de mis churumbeles. ¡Nos lo pasamos pipa! Lo de menos era quien cantaba o pretendía, lo de más que estábamos compartiendo un momento nuevo, abriendo una nueva página de nuestra vida en común que seguro íbamos a recordar con cariño y, espero, a seguir rellenando con otros ratitos.


Nuestra existencia se construye a base de recuerdos, y desde que he tomado consciencia de esto me dedico a atesorarlos en un baúl, como Carina. Hace años, rememorando las vacaciones estivales, me di cuenta de que mi mente guardaba momentos muy concretos, sensaciones, rincones, olores, colores…, pero no era capaz de reconstruir un día, una tarde completa, un par de horas. ¡Qué lástima!, pensé. Ahora creo que es cuestión de espacio cerebral y de que la vida, por mucho que nos empeñemos, se compone de efímeros ratos dignos de recordar -lo que no quiere decir que sean fantásticos ni maravillosamente felices- y de otros tantos que no queremos, podemos o sabemos guardar.
Pues vaya mierda más gorda. Somos una vídeo cámara que graba lo que en cada momento le conviene y abandona al olvido el resto. Nos perdemos las risas, miradas, desencuentros, añoranzas, odios, amores, tropiezos, carreras… la VIDA.
Hace once años tuve la suerte de compartir uno de los días “más felices” de mi existencia –que tontería, no lo fue, pero sí lo recuerdo con mucho cariño- con dos personas espléndidas, que ahora forman parte de mi rutina, que me aguantan mis manías, venadas, charloteos, desvaríes; las quiero con locura, no sé qué haría si no estuviesen día a día a mi lado. Lo gracioso es que de aquel momento de la prehistoria que compartí con ellas no guardo ni un recuerdo, sólo un par de fotos y unas sonrisas veladas. Si hubiese tenido la grabadora conectada, mi baúl estaría más lleno, así que ahora no me queda otra que atiborrarlo con buenos ratos con mis chicas y así poner remedio a lo imposible. ¿Cuándo nos vamos a un spa, reinas?