Los 5 sentidos del mes Vista: La granja naranja Tacto: el lapicerito ratonero que me trae de cabeza Oído: Alejandro Sanz Olfato: galletas, galletas y más galletas Gusto: cafetito caliente para los días de invierno




jueves, 24 de febrero de 2011

Suéltate el pelo

Hoy estreno look. Cada vez que empiezo a atesorar accesorios varios para la cabeza, me da el punto y me corto el pelo. Este año han sido diademas, pero bien podría haber elegido gomas, horquillas o pinzas; da igual, he pasado por todos estos objetos decorativos previos al cambio de imagen. Así tengo los cajones del baño.
Esto de los pelos tiene su telenguendengue. He de reconocer que no me gusta ir a la peluquería, lo considero una gran pérdida de tiempo y me relaja poco escuchar los cotilleos de las vecinas. Quizá por eso siempre voy con los niños, para tener alguien a quien mirar y con el que charlar al oído, aprovechando esa intimidad que dan los secadores a toda pastilla. Estoy contenta de ir con los peques, ellos sí que se entretienen. Miran el catálogo de pelos –ayer Érik estaba eligiendo si se teñía de rubio platino o de naranja butano- y de peinados –a Nadia le fascinan los recogidos de boda, vaya a saber usted para qué, si cuando se case se llevarán las novias calvas-.
Al final, tras noventa minutos que a mi se me hicieron como dos días, salí de la peluquería con menos pelo, muchísimos euros menos todavía en la cuenta del banco y dolor de cabeza de tanto tirón. A cambio, mis niños atesoraron gratas experiencias y sabidurías que pusieron en práctica nada más poner un pie en casa. Nadia corrió a lavarse, secarse y peinarse las melenas tapándose media cara y disminuyendo su campo visual un 90 por ciento, al estilo achicoria. Érik me trajo el bote de gomina ultra fuerte para que le hiciese una cresta como el gallo Claudio, con la que se ha levantado esta mañana tan contento –me estoy preguntando si me equivoqué de bote y le apliqué Super Glue…-. Esta claro que el que cada día no aprende algo nuevo es porque no quiere.

lunes, 14 de febrero de 2011

El buen humor

Tengo un compañero que sufre continuos cambios de humor. Convivir con él es como estrenar una montaña rusa cada día: nunca sabes si después de la curva toca una subida hacia el cielo o una caída al infierno. Aunque ya son muchos años, nunca termino de acostumbrarme a los vaivenes emocionales con los que te “regala” cada mañana. Supongo que para él debe ser aún peor aguantarse a diario, por eso tengo la delicadeza de no mandarle a ningún lugar poco decoroso a las 8 de la mañana, porque si me dejara llevar…
Es curioso esto del humor y el talante -¡cómo me gusta este palabro!-. Los seres humanos nos enfrentamos a la vida con una determinada actitud y, en cierta medida, la vida nos devuelve parte de la energía que le damos. Hay personas que transmiten buen rollito y otras salsa agridulce, por hacer un símil con los manjares chinos. Si te rodeas de las primeras, creces por dentro y por fuera: es como si te tocase la lotería. Si por el contrario aderezas tus momentos con la salsita de las segundas, serás víctima de sus enloquecidas tiranías.
Obviamente, como no todo es blanco o negro, en el catálogo de los individuos también están los que nadan entre dos aguas y, dependiendo del momento, son optimistas o pesimistas. Inclinar la balanza hacia el rollito de primavera es complicado, pero merece la pena: la tarea es bracear a diario contra la corriente y remontar el río con una sonrisa. ¡Me encanta ser un salmón!

domingo, 6 de febrero de 2011

Los añojos de la Loren

Una de las actividades que más me divierten es escuchar las conversaciones ajenas. No sólo porque con esos retazos me imagino la vida de aquellos que hablan, sino también porque aprendo nuevos significados de las palabras. Esta mañana he añadido una nueva joyita a mi colección. Estábamos en el Rastro y, al entrar en la tienda "Cuadros guapos" -que es como se llamaba el negocio en cuestión-, oigo que el propietario bocea

a la cajera: "chica, dame algo para recoger eso del suelo, que le he dado un golpe y se ha hecho añojos". Al principio pensé que me había equivocado de negocio y estaba en una carnicería donde los terneros se desparramaban por las baldosas, pero pronto tomé conciencie de que seguía en el negocio de los cuadros al ver que Sofía Loren me miraba de reojo desde una esquina.
Aún sin reponerme, salgo a la calle y oigo lo de la "braga a un euro". ¡Qué frase tan concisa, aquí no hay posibilidad de error! Pero, como escucho la conversación de otros que caminan por la acera, me imagino a la Loren comprando un añojo añejo con las bragas hechas añicos. Demasiado calor en los primeros días de febrero.

miércoles, 2 de febrero de 2011

¡Que se enfaden ellos!

Sosiego. Ésta es la consigna del año nuevo chino que hoy comienza. Que curioso, coincide con mi propósito para el 2011. Desde 2009, cada 31 de diciembre, elijo el deseo que quiero que se haga realidad en los próximos 365 días. Primero fue correr, luego mejorar el inglés –aquí no he hecho grandes progresos, pese a los esfuerzos de Nadia por explicarme el sistema circulatorio en la lengua de Shakespeare- y en el 2011 me empeñaré en ser más paciente y en alterarme menos. Lo voy a intentar con todas mis fueras. Palabrita.
Hace una semana leía una entrevista de la gran Ana María Matute, un encanto de mujer, una literata para quitarse el sombrero, una SEÑORA con todas las letras. Ya ha superado la barrera de los 80 años y mira la vida de otra manera, una vida que no le ha sido fácil pero que no le ha hecho perder la sonrisa. Quizá en esta longevidad tan optimista tiene mucho que ver la manera en que Ana María entiende la infancia y el desarrollo del ser humano. Para ella, crecer y convertirse en adulto es aprender a valorar las cosas pequeñas. «Dejas ya de enfadarte y piensas: ¡que se enfaden ellos!». Pues eso, que haré caso a la Matute.