Los 5 sentidos del mes Vista: La granja naranja Tacto: el lapicerito ratonero que me trae de cabeza Oído: Alejandro Sanz Olfato: galletas, galletas y más galletas Gusto: cafetito caliente para los días de invierno




martes, 25 de enero de 2011

Javier Bardem y el gorrito de colores

Los que me conocéis ya sabéis lo “buena” fisonomista que soy: para quedarme con la cara de una persona tengo que hacer soberanos esfuerzos, que se multiplican por cuatro si encima tengo que memorizar el nombre y por ocho si añado en lugar de trabajo. La cosa no tiene remedio, y además creo que tampoco merece la pena porque, por mucho empeño que ponga en la tarea, en cuanto el sujeto en cuestión se cambia el corte de pelo, se deja barba o bigote o se pone unas gafas, tengo que volver a poner las neuronas a trabajar.
A veces Jorge pierde la paciencia. No es para menos: diez años después de vivir en la misma casa, prácticamente con los mismos vecinos, aún me sorprendo en el portal al ver a algunos –o a muchos-. “Mira, uno nuevo”, le digo. “Lleva aquí toda la vida, es el hijo de la del quinto”, me replica. Y, como me esfuerzo, al cabo de unos días creo volver a verlo dando un paseo por Chueca y me hago la listilla. “Anda, el vecino del quinto”, le comento dándole un codazo. “No es el vecino, es Javier Bardem”, me contesta Jorge resoplando.
Definitivamente, no creo que tenga remedio. Cuando mis hijos eran pequeños e iba a recogerlos a la guardería, tenía miedo de equivocarme y llevarme cualquier otro: los bebés son todos iguales a ciertas edades, por lo menos hasta los dieciocho. Nunca erré: allí estaba la profesora siempre atenta a darme el niño correcto. Sin embargo, en el parque, ¡qué cuidadito tenía que poner! Al final, con colocarle algo estrambótico -como la madre, así no desentonaban- todo se solucionaba: gorrito día del orgullo-gay para Érik y abrigo de confetis para Nadia. Así no los confundía y tampoco el resto de las progenitoras, que sabían perfectamente a quien correspondían los coloridos churumbeles.

lunes, 24 de enero de 2011

“Genio y figura”

”El artista del alambre”, “Con tus piernas campeón”, “En la plaza del pueblo”, “Coronado”, “La Suerte”, “Corazón de León”… Muchos son los titulares que sobre mi hermano se han escrito en los últimos 20 años. Hablo de los titulares de la gente que le conocía, no de los de los últimos tiempos, elaborados por periodistas que sabían de él a través de los informes policiales recibidos, casi siempre, bajo cuerda; de titulares creados para impactar a un lector que no conocía a la persona, sólo al personaje; de titulares muchas veces elegidos y manipulados para dar pie a artículos que seguro engancharían al lector. De todos estos titulares me quedo únicamente con los de los primeros tiempos y, en concreto, con el que de él se escribió hace unos 18 años: “Genio y figura”.
En estos últimos días una secuencia se repite en mi cabeza una y mil veces, una secuencia que he vivido muchas veces y que me recuerda como era Alberto. Imaginaos: un sendero cualquiera -eso sí, de Abantos-, una día de lluvia o soleado, primaveral o invernal, caluroso o bajo cero … ¡qué más da! Llevo observándole y aprendiendo durante las últimas semanas, quizá meses. Los piques continuos nos han hecho a los dos mejores, jornada tras jornada. Cuando él va delante, yo siempre voy metiendo rueda. Lo hago mejor, lo intento una y otra vez, y cada vez vamos más rápidos, más finos. Ese día me encuentro bien, me veo capaz, sé que puedo con él: hoy decido bajar yo delante. El pique está servido, mi bajada es perfecta. Le conozco tan bien que sólo tengo bajar disfrutando. Sé donde es más fuerte y le recuerdo que conmigo esta vez no podrá. Ya casi lo tengo, lo ha intentado varias veces pero no ha podido, queda muy poco y las fuerzas me acompañan, no puedo bajar la guardia. Al final aparece el Alberto más brillante, el Alberto ingenioso, y crea un trazada imposible allá donde no existe. Podía ser un peralte nuevo, un cortado en mitad de una trialera o una frenada a lo Kevin Schwantz, entre piedras, barro o raíces. Da igual, ¡lo ha vuelto a hacer! Acaba la bajada delante, es mejor que yo , los dos somos mejores que antes de empezar el sendero.
Alberto elegía siempre el camino, el sendero por el que quería ir. Casi siempre su elección era buena. Quizás hace unos años, muchos más de los que ahora todos creemos, Alberto escogió un sendero equivocado que discurría paralelo al que él le hubiese gustado. Pero de vez en cuando se separaba demasiado del que él quería y con el tiempo se separó cada vez más. Seguro que Alberto lucho como nadie para volver al sendero adecuado, pero esta vez no encontró la magia, no encontró la trazada buena. Conociéndole como le conocía, puedo asegurar que lo intento como el que más, lo intento hasta el final, lo intento hasta después de no tener ya fuerzas…
En estos últimos días familiares y amigos nos hemos hecho la misma pregunta: ¿por qué? Yo también me la he formulado. Me encantaría tener respuesta para todos, pero sólo tengo la mía, una que me deja tranquilo: Alberto era una persona decidida, alegre, brillante.¬ Alberto siempre escogía su sendero y su trazada. Hace unas semanas, Alberto decidió por última vez lo que quería: dejar de sufrir para hacer que los que estábamos a su lado sufriésemos una vez más, para dejar de sufrir todos …de una vez.

Jorge León

miércoles, 19 de enero de 2011

Gestionar sentimientos


Corren malos tiempos para la lírica, y peores aún para los “sentires” y los “quejíos” del alma. Desgraciadamente, ponemos mucho énfasis en que nuestros hijos acumulen conocimientos, pero dedicamos poco tiempo a educar su corazón. Un buen y querido amigo nos comentaba hace años que hay que escuchar los sentimientos y debatir sobre ellos en familia, para que nadie guarde para sí lo bonito de una sonrisa, lo amargo de una lágrima, lo duro de una decepción. Esto, que parece sencillo, es una tarea ardua en el día a día cuando se va con prisa y poca pausa y parece que el tiempo nos come por los tobillos. A veces, es más importante dedicar diez minutos a contemplar junto a un ser querido una puesta de sol que invertir una hora en explicar un problema de matemáticas.
Muchos pensaréis que no es cuestión de educar los sentimientos, sino de aceptar que cada uno tiene su especial manera de expresarlos. No estoy de acuerdo: si bien la esencia de cada cual hace que manifieste las cosas a su manera, una buena gestión de los sentimientos desde la cuna puede hacernos entender que la realidad tiene muchos prismas y exprimir de nuestro corazón sus grandezas y sus inmundicias es lo que nos hace humanos.
Yo aún estoy aprendiendo. La maternidad me ha ayudado a entender que mis hijos tienen que ser felices o desgraciados compartiéndolo, dependiendo del momento, con quienes ellos necesiten o quieran. Lo importante es que no guarden tras una coraza de dientes y empastes su alma.

martes, 18 de enero de 2011

De mayor quiero ser un chichinabo


Convivir con un niño de cuatro años te puede reportar gratas experiencias vitales, sobre todo si es un poco curioso y se plantea todo lo que a los adultos nos parece obvio. A Érik le cuesta entender el extraño mecanismo que permite a los actores y actrices de series y películas abandonar sus aventuras y, como por arte de magia, aparecer en una entrega de premios: “Mami, ¿qué hace el de los piratas vestido con unos pantalones como los míos delante de la Torre Eiffel?” Es más difícil de lo que suponéis explicarle a un pequeño ser con su propio universo imaginativo que Jack Sparrow es una persona como papá –el pensamiento es libre, no seáis crueles- que se disfraza para interpretar a un personaje. Eso sí, que Bob Esponja viva en el fondo del mar y cocine hamburguesas a diestro y siniestro le parece tan real…
Y cuando la cosa va de justificar las conductas, aún es más complicado: ¿Por qué me dices que apague la luz? Si es tan cara, ¿dónde está la ranura en la que echas los euros?”.
Pero, sin duda, los momentos más divertidos surgen con el lenguaje. Lo hacemos aposta, tenemos que reconocerlo: es una delicia enseñarle nuevas palabras y expresiones. Y, claro está, pasa lo que pasa, sobre todo porque no siempre coge el significado a la primera: “Mami, de mayor quiero ser un chichinabo y que en mi cumpleaños me regales un virus, que no se te olvide”. Eso sí, el día que entiende la palabra en cuestión la incorpora a su cotidianeidad de una manera sorprendente: “Cuidado por donde andas, no te vayas a caer en el alcorque”, dice muy serio.
Es impresionante la capacidad de aprendizaje y la limpieza mental con la que los niños ven el mundo, ¡qué lástima que se pierda al sumar años en nuestra biografía! “Mami, ¿por qué la gente se grita en la tele y se pega, por qué no ponen siempre a «Phineas y Ferb»”. Eso mismo digo yo, mi pequeño ornitorrinco.

viernes, 14 de enero de 2011

XTR



¿Qué es lo primero que te viene a la mente cuando piensas en tu pareja?, ¿y en tu compañero de trabajo?, ¿y en tu madre? El cerebro humano es como un gran bote de caramelos en el que almacenamos recuerdos de diferentes sabores, colores y hasta olores. Mi abuela materna tiene aroma de jazmín, color de tardes de verano y sabor a huevo frito: lo primero, porque era a lo que olía en el balcón de su casa, lo segundo, porque en esa época del año era cuando más tiempo pasaba a su lado, y lo tercero, porque era mi plato favorito y me lo cocinaba siempre.
Toda esta reflexión viene porque ayer nos preguntábamos qué es lo que más nos recuerda a Alberto, qué momentos queremos guardar para siempre en nuestra memoria. La verdad es que tanto a Jorge como una servidora nos vino la misma palabra a los labios: XTR. Para los que no lo sepáis, son las siglas que definen el tope de gama de cambio de Shimano, la absoluta perfección.
Querido cuñado, eras inconformista, peleón y un poquito –o bastante, depende del día- toca pelotas, una persona a la que pocas veces valían las medias tintas, que siempre querías lo mejor para ti, tu familia y tus amigos. Cada vez que íbamos a tu casa, todo era XTR: el solomillo, la televisión, la camisa… hasta la bombilla de la lámpara. ¡Todavía me acuerdo de aquel famoso sacacorchos, por supuesto XTR, que era el mejor del mundo mundial!
Ahora que te has ido para siempre de lo cotidiano, porque en nuestros corazones nunca te marcharás, nos preguntamos con quién mediremos nuestros logros, con quién compartiremos esas anécdotas imposibles que nunca descubriremos si eran fruto de tu imaginación o de una experiencia vivida y un tanto surrealista. Aunque tenemos suerte y muchos de tus genes son compartidos, nadie te suplirá nunca, Alberto, y siempre serás nuestro caramelo XTR.