Los 5 sentidos del mes Vista: La granja naranja Tacto: el lapicerito ratonero que me trae de cabeza Oído: Alejandro Sanz Olfato: galletas, galletas y más galletas Gusto: cafetito caliente para los días de invierno




jueves, 24 de marzo de 2011

Parecidos razonables

Mi madre tiene la curiosa teoría de que todas aquellas personas que se llaman igual son iguales. La idea es simple a rabiar, pero para nuestro desconcierto familiar hemos comprobado que alguna vez -más de una y de dos- se cumple su teoría. No se trata de que los individuos sean calcados al cien por cien, sino de que compartan una serie de rasgos en sus caracteres o se comporten de manera similar en situaciones concretas.
Yo, como soy su hija, también tengo mi propia idea sobre las similitudes, pero en esta ocasión comparto la perogrullada con mucha más gente: estoy plenamente convencida de que en algún lugar del mundo se oculta nuestro hermano gemelo. Hace un par de días he tenido la ocasión de afirmar mi hipótesis durante un viaje a Alemania. Allí, como por arte de magia, me encontré con una copia casi, casi exacta de mi buena amiga Carmen, del futuro marido de Doña Cañetana y de una jefa de prensa de una marca de automóviles. El caso es que, por afinidad y porque también era la que más se parecía, no podía dejar de mirar a la doble de mi amiga y, claro está, la susodicha debió pensar que estaba mal de la cabeza, era miope o me gustaban las tías. Gracias a la diosa Fortunata, regresé a territorio ibérico sin percance pero mucho más obsesionada con mis especulaciones. Así que si notáis que alguien os mira fijamente escondida detrás de un ficus, no os asustéis: soy yo buscando mis parecidos razonables o Miss Marple, que os ha visto sospechosos de algún crimen y le recordáis a algún habitante de su pueblo.

jueves, 17 de marzo de 2011

Lo perdido

De repente un día te levantas y te falta algo. Puede ser un diente -hoy Nadia ha perdido otro colmillo y nos visitará el Sr. Pérez esta noche-, puede ser una rueda de repuesto -en un mes nos levantaron dos, como si tal cosa-, puede ser el tirador del portal -se lo llevaron para venderlo al peso la noche del domingo, es lo que tiene la crisis-, puede ser una matrícula -doy fe que salió volando en algún lugar entre la calle Oren

se y Princesa-, o puede ser un proyecto -¡con lo que cuesta encontrarlos!-. Es lo que tiene la noche, que es oscura, tenebrosa y favorece las pérdidas.
La mayoría de las veces todas estas cosas no vuelven. Hombre, en el caso del diente se sustituyen, pero volver, lo que se dice volver, no vuelven. Quizá es que nada es para siempre, aunque yo creía que el tirador del portal sí lo era. Quizá es que todo mute o cambie de lugar, la rueda, del maletero de uno al de otro. Quizá es que lo que no es importante se lo lleva el aire, sin matrícula no me pilla el Pere, que se "jopilili". Pero, ¿qué pasa con los planes de vida, por qué desaparecen? En esto, a ciencia cierta, tenemos mucho que ver las personas. Cuando caminamos en la misma dirección pero en sendas separadas...¡mal rollito! Como soy optimista, me quedo con eso que aseguran los matemáticos: las líneas paralelas se unen en el infinito. Sólo espero que el infinito no quede muy lejos.

domingo, 13 de marzo de 2011

La flauta de Bartolo

Ayer fuimos a un concierto infantil de música medieval. Desde que descubrimos la programación de la Fundación Mutua Madrileña, y siempre que podemos, vamos una vez al mes. En cada ocasión suele ocurrir lo mismo: compro las entradas ilusionada, me mentalizo que no me voy a rebotar por el comportamiento de los invitados -grandes y mayores- y, llegado el día, me dispongo a disfrutar de una hora de música en directo. Pues bien, toda

s las veces ocurre lo mismo: me mosqueo con el niño/a/os/as de al lado, con su padre, su madre, su abuelo, su tío o su primo, me pongo tensa, me chino y me prometo a mi misma no volver a un concierto. Hasta el momento nunca lo he cumplido, pero quizá la última cita marque un punto de inflexión.
"Concierto de Les Flamboyants de iniciación a la flauta. En la segunda parte, a cada niño se le entregará una flauta para que participe". Claro está que con estos augurios escritos en el programa poco silencio podía esperar, pero siempre he sido un poco, digámoslo así, romántica.
En la puerta, antes de sentarnos, la azafata nos hizo entrega del instrumento en cuestión. Mal rollito. Nada más poner un pie en el auditorio, comenzó el dolor de cabeza: centenares de tiernos -y sordos, a tenor de los pitidos que emitían- infantes tocaban sus flautas con el beneplácito de los adultos. Empezó el concierto. Por supuesto, todos siguieron sopla que te sopla y costaba escuchar a los músicos de verdad en el escenario. A fuerza de tanto soplar, los niños van perdiendo fuelle y dejan las flautas, pero empieza el "por culismo": dícese de molestar todo lo que se puede al de al lado mientras el papá o la mamá de turno, que es de corcho pan, continúa con la mirada perdida en el horizonte o en el teléfono móvil. Así durante una hora muy laaargaaa.
Para contribuir aún más a esta sin razón musical, en medio del concierto los artistas animaron a los animalitos con exceso de cafeína y con defecto de educación a subirse al escenario y hacer ruido todos juntos. El resultado fue desastroso: imaginaros a un músico alemán intentando domar a 400 miuras. Pondría la mano en el fuego de que en Berlín es fácil, pero en España...
La jornada terminó con dolor de cabeza hasta que aterricé en la cama, Nadia y Érik con una flauta en su vida -que esta mañana han tocado como han podido, demostrando que no están dotados para el instrumento- y con la firme promesa de no renunciar a llevar a los niños a un concierto pero, eso sí, exclusivamente con adultos como público.

martes, 8 de marzo de 2011

Cardiovascular

Hay semanas que pasan sin pena ni gloria y otras que no paran de depararte sorpresas. En la segunda categoría han quedado los últimos siete días, que han dado más de si que una longaniza. Como no sabía con que historieta comenzar, al final me he dejado aconsejar por el corazón y, claro está, aquí tenéis las peripecias de Cardio.
Todo comenzó hace un mes con la llegada puntual todos los viernes de unas divertidas y educativas fichas en las que un corazón daba consejos saludables a la familia, proponía alguna actividad para hacer con el niño y sugería una receta en la que la verdura era la protagonista. El papelito lo traía Érik muy disciplinariamente en su carpeta, lo leíamos, hacíamos la manualidad pertinente y lo guardábamos en el mueble de la televisión. Al lunes siguiente, Érik se llevaba el trabajo del fin de semana en la carpeta y todos tan contentos.
La semana pasada me convocaron a una reunión en el cole sobre el segundo trimestre de infantil. “¿Qué tal con las fichas cardiosaludables?”, nos preguntó la profesora. “Los niños están encantados con las recetas. Nos cuentan lo que más les ha gustado el lunes en la asamblea”, contaba Conchi.
Receta, lunes, asamblea… ¿De qué estaban hablando? Resulta que mi pequeño camicace de cuatro años no me había dicho que había que cocinar el fin de semana y degustar los sanos manjares que Cardio –así se llama la mascota de las fichas- proponía a las familias. Érik, que de tonto tiene poco, debió escuchar los calificativos “asco, malo y casi “gomito” ” de la boca de sus colegas y, claro está, prefirió ahorrarle a mamá la valiosa información de que había que hacer las recetas en casa. Al salir de la reunión, puse al día al señor enanez de mi descubrimiento. Él, muy serio, se hizo el lonchas, pero aceptó sin rechistar toda la tarea que teníamos por delante: ponernos al día y hacer en una semana los diez comistrajos sugeridos.
El sábado tocó espaguetis de nabo, zanahoria y calabacín con salsa de setas acompañados de brochetas de pollo y manzana con crema de yogurt a la menta y al cebollino. De postre, helado de fresa, melocotón y plátano. El domingo por la noche cenamos sopa fría de tomate con queso fresco y aceitunas negras. Ayer le llegó el turno a los macarrones con salsa de espárragos verdes y patata: ellos con tomate frito y papá y mamá se los comen hoy en un Tupper. Esta noche toca el puré de patatas y setas, mañana los fideos de arroz con verduras y pasado las brochetas de frutas.
Con este maratón gastronómico, el viernes nos habremos puesto al día y estaremos a la espera de que caiga la nueva receta en la carpeta de plástico. Así estaremos durante cinco interminables –y sanos- años. Como, ¿no os había contado que las fichas de Cardio forman parte de un programa europeo de salud familiar? Pues ya lo sabéis…

martes, 1 de marzo de 2011

Mamá no lo sabe todo


El domingo fuimos a ver "Enredados". Siento debilidad por las películas infantiles, así que soy la primera en correr al cine en cuanto estrenan una, aunque esta vez nos hemos demorado casi un mes. La espera mereció la pena: nos lo pasamos pipa, los cuatro. Cantamos, reimos, lloramos y reflexionamos. Bueno, esto último quizá lo hiciera sólo yo.
En esta ocasión no tuve que darle muchas vueltas al coco sobre qué es lo que debía replantearme en la vida. Tras tanto colorín, carrera a caballo, cancioncilla pegajosa y romanticismo a espuertas, ¡ahí estaba el mensaje, escondido detrás de la presunta madre de la protagonista! Además de recordarme a Isabel Preysler -por aquello de la eterna juventud y esas cosas varias-, era la encarnación de la madre helicóptero, la gran protectora, la que no deja que los hijos cometan sus errores y se cobija en sus propias inseguridades. En la ficción de "Enredados", la siniestra señora no dejaba que Rapunzel abandonase su torre porque con sus canciones conservaba su juventud. En la realidad de la calle, las mamás que lo saben todo tienen siempre una buena excusa para que sus hijos no escojan la ropa que les gusta, no hagan los estudios que les motivan o no frecuenten esos lugares tan poco convencionales.
Al final, todo radica en intentar hacer de los hijos nuestra imagen y semejanza y en entenderlos como si fuesen una propiedad más. ¡Gran error! Caerán y se levantarán, como cuando aprendieron a montar en bicicleta; serán los más felices y les partirán el corazón, al igual que nos pasó a nosotros tantas veces y ójala nos siga pasando otras muchas; creerán que son únicos en el mundo y que son la última inmundicia del planeta, un sentimiento muy "adulto" que tanto secundamos. Como padres, en cuanto los retoños irrumpen en nuestra vida, sólo tenemos una tarea por delante: enseñarles a pedalear con todos los desarrollos, darles consejos para realizar los cambios en el momento adecuado, animarles a levantar el culo del sillín cuando el camino se llena de piedras, empujarles a buscar otros senderos si el que hay delante es muy escarpado, instruirles para que sepan reparar un pinchazo y hasta arreglar la cadena si la cosa se pone chunga, ayudarles a superar las pájaras... La ruta es suya y les pertenece, eso es ser padre.